«Tu rosario es mi escudo y fortaleza, la cadena que a ti nos enlazó, no hay blasón que supere mi nobleza, hija soy del rosal de Jericó. Como gajos de lirios y de rosas desprendidos de nuestro corazón, hoy elevan tus hijas cariñosas a los pies de tu trono, su oración. Es aquella plegaria que aprendimos, de tus labios tan puros a rezar, la oración que mil veces repetimos a la sombra bendita de tu altar: Dios te salve dulcísima María de los cielos y tierra emperatriz en la dicha, sostén y en la agonía, fiel presagio de un tránsito feliz…»