Oh Virgen María dulce refugio y consuelo de nuestra vida, seas tu mi estrella que ilumine y guíe mis pasos, llévame siempre de la mano para agradar a Dios toda mi vida. Que el Rosario sea mi escudo en las batallas, en las tristezas y en la alegría. Amén.
Eterna Madre Nuestra, que viva yo esta vida con los pies sobre la tierra y la mirada en el cielo. Concédenos el consuelo de morir bajo tu protección y en el amor de Jesús. Amén.